sábado, abril 19

añicos .

Todo lo que concluye, lo hace bruscamente.
Todo aquello que termina por trastornarse, por volverse pequeñas astillas de vidrio percudido, lo hace fulminantemente, sin piedad. Lo que acaece, acaece con tanta premura que no hay ni un instante de locura, de valium. Y si no fuese por esa destemplanza a la que están anudados todos los instantes de la vida, de la que me sucede en todo el cuerpo; yo, hoy, no podría respirar. Realmente no sabría respirar.

1 comentario:

Marcelo Munch dijo...

Y sin embargo respiras, en ese insoslayable firmamento que no nos pertenece, respiras.