.
(...)
A Alicia le pareció que esto era innegable, de forma que intentó preguntarle algo más:
-¿Qué clase de gente vive por estos parejes?
-Por ahí- contestó el Gato colciendo una para hacia su derecha-, vive un sombrerero; y por allá -continuó colciendo la otra pata-, vive una liebre de marzo. Visita al que te plazca: ambos están igual de locos.
-Pero es que a mi no me gusta estar entre locos- observó Alicia.
-Eso sí que no lo puedes evitar- repuso el Gato-: todos estamos locos por aquí. Yo estoy loco; tú también lo estás.
-¿Cómo sabes tú si yo estoy loca?- preguntó Alicia
- Has de estarlo a la fuerza- le contestó el Gato-, de lo contrario no habrías venido aquí.
Alicia pensó que eso no probaba nada; pero continuó de todas formas:
-¿Y cómo sabes que tú estás loco?
-Para empezar- repuso el Gato-, los perros no están locos, ¿de acuerdo?
-Supongo que no- dijo Alicia.
-Bueno, pues entonces- continuó diciendo el Gato-, verás que los perros gruñen cuando algo no les gusta, y mueven la cola cuando están contentos. En cambio, yo gruño cuando estoy contento y muevo la cola cuando me enojo; luego estoy loco.
(...)
Lewis Carroll.
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1 comentario:
Los perros directamente niegan su locura y la aceptan mejor de lo que parece.
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