No me hipnotiza tener una abertura de mi tamaño a escazos metros, a escazos metros de mi mano. Y la podría manipular y moldear. Y podría salir por ella o entrar. Pero si entro, no voy a tener salida, o no voy a saber bien cuando es que estoy adentro, y cuando es que estoy afuera.
Porque estar adentro y estar afuera se siente lo mismo; dado que es así, no me seduce, entonces me quedo quieta y no reacciono. Y no se bien como reaccionar.
Los cascotes de tu condición se me derrumban encima intoxicando cada lugar en que la ingenuidad tenía su sillón.
Y ni la lumbre que solía atestarme.
Ojalá abrazara alguna posibilidad de que dejases de trabajar de espantapájaros.