lunes, abril 27

memorias del subsuelo .

Cuando salí del subte la calle era una niebla. Tres míseros pasos después una señora con cartera enorme (creo yo, roja) me chocó, me hizo olvidar lo que estaba pensando. Había tanta gente. Al doblar la esquina me puse a pensar en todos ustedes, todavía me sentía mal, fría, opaca, como en todas las fotos. Fría, distante, opaca, perdida. Hubiese preferido un traspié en la escalera del subte y quebrarme el espinaso, llenarme de barro la cara, sentir la tierra fría, mojada. La calle era una niebla espectral y yo tenía la cara llena de barro. Pero no fue así, resultó que soy un líquido volátil, bien espeso, flexible más bien. La noche estaba comedida, yo seguía girando en las esquinas pero hubiese querido esperar o acostumbrarme a un lugar. Es lo mismo que saltearse la cena. Creo que es mi torpeza, debería haber trastabillado, ese barro se hubiese sentido bien, como una esperanza, como algo más. Una carta, una canción fría, opaca, como yo. Me estrello con todas las esquinas, una y otra vez.

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