El teléfono no sonó como esperaba. No se movió, no dió señales.
No sonó.
El cortaplumas estaba esperando a la mano, estaba escuetamente escondido entre el manojo de llaves, esperando a la mano.
...no sonó. No iba a sonar.
El cortaplumas en la mano.
Un ojo rodó errante por la mesa, encontró el borde. Un balde con agua, bajo la mesa, por las dudas. Plop, el ojo.
El teléfono estaba ahora salpicado de sangre y aún así. Ni la sangre.
Ni el invierno fue tan crudo.
sábado, julio 5
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