Un dolor se arrastra a los gritos, dobla la esquina. La abertura de su boca es tal que los dientes van acumulando la tierra del suelo y el grito se hace más grave con las calles, con la mugre de las calles. Y ese grito crudo cojea a veces hasta tu espalda. Y me resultan valles y montañas y recovecos infinitos donde esconder mis miedos. Yo solo lo escucho cuando me detengo y cierro mis ojos. Todas las cosas desaparecen.
Hay un dolor que se quiere hacer notar.
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