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Por fin he sido comido por la lluvia del arbol gris. Ya no soy más que jugo de paragüas, insulto de la sociedad y rata de alcantarilla. Mi apellido tan sólo es un canto de pájaros algo dramático y confuso que no deja pensar, de esos pocos que fácil se olvidan. Mi rostro... un espejo no es capaz de mirarse al espejo y eso debe ser triste, soy un espejo sin marco y sin base, me he ahogado en mi propia identidad y en ella, consumido hasta ser un mal recuerdo.
Yo no se quién soy porque la lluvia esta cayendo, porque las gotas repiquetean y van formando un canto lúgubre que no me deja pensar. Porque esas mismas gotas son mías. La lluvia es un poco mía, pues de mi salió, pues yo soy lluvia a veces. El árbol retiene la lluvia y voy desdibujándome apaciguadamente.
La lluvia anónima me consume, el árbol retiene el agua, nadie soy yo, o soy cada gota.
Porque cada gota refleja algo distinto y yo soy cada gota hoy, entonces soy todo o nada soy.
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