Soy una conexión inútil entre dos mundos completamente antagónicos.
En el primero sobresalen mis ojos entre los plantines, muy pequeños aún. Los arrullo, los amamanto hasta que mi mar cerebral agoniza y finalmente sucumbe enteramente drenado.
En el segundo, me encuentro aislada en una habitación en la penumbra. Apenas puedo ensamblar mi retina en la abertura de la única cerradura que tengo delante. La luz intermitente me lastima los ojos. Me deslumbra, me susurra con sus suaves curvas. Pero termina por arrojarme en algún baldío inmundo de la ciudad.
Este 'entre' perturbador solo me hace pensar en lo mucho que se me complica entreverarme.