martes, enero 25

inconexo.

Nos roímos la piel hasta el hartazgo, la cólera del ambicioso que defenestra la belleza del cuerpo transformandolo en una fiera insaciable.

Alguna vez te mantuve en vigilia en la llanura de mi vientre. Nos mezclabamos como la tierra, nos uníamos como tierra y agua.

Un barro espeso que se derrama, se amalgama con el suelo, corre libre.

Se deja caer en la ladera del hoy, sin pensar dónde puede desembocar mañana.