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En mi cama una vez nací pez. Sí, recuerdo que no sabía a donde ir y me agitaba de frío.
Pero... vos, vos conmigo, a veces. Y tal vez no te conocía, puede que no supiese lo que estaba haciendo. Y tal vez morí cuando sonó el teléfono. O cuando lo descolgué y escuché tu voz, que aullaba de miedo y no te podía contestar y no podía estar con vos, que te morías, y yo moría escuchandote.
En esa época vos subías las escaleras al revés y te reías de las bombachas colgadas en el balcón. Jugabamos de vez en cuando a la escondida, siempre me ganabas, siempre encontrabas espacio bajo alguna taza de té sin guardar. Y había polvo para respirar y todo era tan bello, nos encandilábamos facilmente los dos. Eras tan hermoso corriendo en círculos, arañando todas las paredes que encontrabas, éramos tan felices, tan solos..
Y anochecía todo el tiempo, sabés? Siempre la noche vestida de invierno. Y era hermoso, como cuando llorabas y las lágrimas trataban de seducirme reflejando colores refulgentes, de esos que me agrandan las pupilas como nueces. Y yo sé que esas lágrimas nacieron por mí, pero yo nunca voy a poder nadarlas, anudarlas como sábanas para hacerte algo bonito. Anochece siempre y se evaporan igual, sabés?.
Sabés que estoy corriendo en círculos, como vos sabías hacerlo, y que me estoy volviendo loca de a poco, encerrada en la calle, salpico para todos lados, destapada, muerta de frío. Me estoy muriendo y lo sabés, sábes que yo solamente quería una corona de tus lágrimas, que son hermosas, que me brillan, que parecen sonreirme pero no... Y soñar que estoy chapoteando en tu pecho. Que te rías de mi, que te desvivas por una gota de café, por sudar acostado en el pavimento y adivinar qué forma tiene el humo que sale de los escaparates.
Y sólo una vez fui pez y vos estabas ahí. Y el estómago se me sacudía de miedo, y así fue todo el día.

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