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Y si es imposible que no se te escurra el alma por entre las rendijas de las uñas... o esos pequeños poros de tu oreja. La oreja que lamo escuetamente en los momentos menos pensados del día, como por ejemplo, cuando sale el sol y afuera hace frío. Hace frío y vos no querés salir, te aferrás a mi como si fuera tu almohada segunda. Lamo tu oreja, cuando el sol la lame también y todo se vuelve un juego obseno y disparejo.
La vida sobria, le dicen. La vida como película muda y predecible, con cada escena palpable, las escenas se cortan con tijera no muy filosa.
Y yo en una escena en particular te lamo la oreja lentamente cuando esta amaneciendo, cuando la noche termina de dar el último suspiro frío en tus párpados.
Pero que yo te lama la oreja me resulta un quiebre entre la mañana y la noche, sería... como un momento más del día, algo inusual otro vientre más en la santa concepción del día virgen y estipulado.
Sería... como esa figurita dificil que nunca te toca. Y yo paso mi lengua lentamente por el derecho y el revés del lóbulo de tu oreja mientras vos seguís con los párpados cerrados, la luz todavía no te arranca la leve tempestad de lo que tal vez estás soñando.
El sol no sale, la noche se aleja.
Esto podría suceder dentro de una vinagrera y la mueca en tu cara no sería tan diferente.
vinagroso, vinagrera, vinagre. vino de lágrima, no se porqué.
Después de anoche, casi al amanecer (pero no tanto) , yo hice vino con el lóbulo de tu oreja, hice vinagre violeta, violín de vinagre o vino de lágrima y creo, realmente creo, que se te descosió la suela del zapato.
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